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Interludio: Voces Urbanas

“Muchos quieren hablar por la cultura. Pero pocos están dispuestos a escucharla.”
— Reflexión a partir de Interludio Voces Urbanas

por Valdo J.

Cuando nadie comparte: crítica a una escena que no escucha (y a nosotros también)

Este no es un lamento ni un reclamo a ciegas. Es una crítica. Necesaria. Incómoda. Porque si queremos entender por qué ciertos proyectos mueren sin eco, tenemos que mirar de frente, aunque duela.

Hace unos años trabajamos intensamente en un documental: Interludio Voces Urbanas. Fue un esfuerzo sincero. Contó con el sello Esencial Costa Rica, el respaldo de la Municipalidad de San José y se grabó en La Botica Solera, edificio declarado patrimonio nacional. Todo sonaba bien. Pero no pasó nada.

El video no ha llegado ni a 500 vistas. Ni siquiera quienes participaron en él como protagonistas lo compartieron. Y esto no es una queja de vanidad ni de cifras. Es una observación cultural: cuando ni los que aparecen en cámara se interesan por difundir el trabajo, algo está muy mal.

Más de veinte personas participaron en el documental —y no hablo del equipo técnico, hablo de quienes aparecen en escena, dando testimonio. Estuvimos un día entero grabando en La Botica Solera, edificio patrimonial que no se le presta a cualquiera. Y cuando el trabajo estuvo listo, logramos gestionar una función gratuita en el auditorio de la Universidad Veritas. Esa tarde, solo estuvimos presentes Gustavo González y yo.

Durante días compartimos con regularidad la fecha y hora de la proyección. Pero los protagonistas… en otro planeta. Ni una reacción, ni una mínima intención de convocar. El silencio fue absoluto. Una sensación de impotencia difícil de tragar, pero profundamente reveladora: sobre la escena, sobre el país, y sobre el tipo de contenido que la gente sigue consumiendo —con entusiasmo— en Costa Rica. El nuestro, por supuesto, no entra en ese menú.

INTERLUDIO VOCES URBANAS TRAILER 2018

Muchos de los artistas hablaban —frente a cámara— de patrimonio, compromiso social, cultura viva. Pero al apagarse las luces, desapareció el interés. Para mí, como editor y parte de la producción, eso fue evidente. Incluso recorté el material de 40 a 28 minutos. ¿Por qué? Porque había segmentos que, aunque bien intencionados, eran ruido. Poses sin contenido.

“Muchos dicen que hacen arte por la comunidad, pero cuando hay que moverse, nadie aparece…”
— Voz en Interludio Voces Urbanas

¿Pero quién lo compartió?

Y aquí es donde viene la parte que más me interesa subrayar: también fallamos nosotros.

Confiamos en una escena que —seamos sinceros— es profundamente elitista. Una escena que celebra lo que hacen sus “vacas sagradas” y que ignora cualquier obra que venga de fuera de ese círculo. No exploramos otros espacios ni gestionamos su proyección en festivales. Nos faltó movernos con estrategia y dirección. Apostamos todo a un circuito con discurso constante de cultura y comunidad, que además no abre sus puertas fácilmente. Y no somos parte de ese rebaño.

“Los entes encargados de promover cultura siguen promoviendo lo mismo de siempre…”
— Voz en Interludio Voces Urbanas

También se presentó una gran oportunidad que desperdiciamos por completo. Reunimos a muchas personas dentro de La Botica Solera, un edificio con historia y valor simbólico inmenso… pero sin una dirección clara. Faltó narrativa. Faltó una idea estructurada de lo que debía pasar más allá de “estar ahí”. Y como anotamos en otro texto de maparadiocr.com sobre el IQCPLII: “…sabiendo hacer las cosas bien, las hicimos muy mal.”

Con el paso del tiempo, siete años después, lo veo con más nitidez: en un documental no se puede contar con todo el mundo, ni todo el que quiere aparecer debería formar parte. No todos van a conectar con lo que uno hace, y eso está bien. Por esa misa razón debimos haber hecho una curaduría más clara del evento, del elenco, del contenido, incluso del enfoque.

No depender de quienes ya estaban dentro de la escena hip hop costarricense para esparcir el mensaje —que muchas veces solo validan lo que refuerza sus propias posiciones—, quizás lo más potente habría sido dirigirnos a quienes están fuera de esa escena. A los que no conocen la comunidad. A los que podrían verla con ojos nuevos y ganas de entender. Tal vez ahí, el documental habría encontrado un público más abierto, más curioso y menos condicionado.

El 5irko en MAP (musica arte & patinetas)

Comprender que el arte no basta con hacerlo bien. Hay que defenderlo, moverlo, cuidarlo. Y sobre todo: no esperar que los discursos se sostengan por sí solos.

Porque si algo dejó claro esta experiencia, es que el patrimonio solo importa cuando se siente propio. Y eso, para muchos, no lo era. Lo dijeron ellos mismos:

“Si yo nunca he tenido un acercamiento, no voy a tener sentido de pertenencia hacia ese espacio…”
— Voz en Interludio Voces Urbanas

Entonces, ¿cómo esperar que lo defiendan?

Interludio Voces Urbanas fue, a su manera, una muestra honesta de lo que puede el arte cuando hay compromiso. Pero también fue un espejo de lo que ocurre cuando ese compromiso no se vive fuera del guión.

Este texto no busca culpar a nadie. Al contrario intenta dejar claro que la responsabilidad no es solo del público ni del sistema cultural. Es también de los artistas. De los realizadores. De todos los que hacemos cultura.

Hicimos un documental. Nadie lo compartió. Pero esta vez, lo vamos a decir.

EPÍLOGO: CUANDO EL ESPEJO NO MIENTE.

Esto es lo que resuena con fuerza. El discurso está —pero no siempre la acción. Muchos participantes expresaron ideas poderosas sobre patrimonio, comunidad, y cultura, pero también emergen vacíos: frases repetidas, conceptos usados como consignas más que como vivencias. Es decir, el discurso cultural no siempre se encarna.

Falta de apropiación real del patrimonio. La frase clave es casi estructural: si nunca he tenido un acercamiento, no voy a tener sentido de pertenencia hacia ese espacio. Esto revela que el vínculo con el patrimonio no es heredado, ni discursivo, sino vivencial. La crítica que hacemos en este texto —sobre la desconexión entre lo que se dice y lo que se hace— encuentra aquí su eco más claro.

El hip hop como espacio de ruptura, pero también de reclusión. Hay una energía de resistencia en los testimonios, pero también una fuerte queja sobre el abandono institucional. Sin embargo, esa queja no siempre se traduce en agencia. Es como si muchos esperaran ser legitimados, sin movilizar sus propios espacios narrativos.

Valdo Jiménez escribiendo en una mesa metálica bajo luz tenue
Valdo, fotografía y Dirección con Gustavo Gonzalez & Edson Contreras. / Imagen de: Fabian González

Falta de curaduría (como bien se menciona). Algunos testimonios no sostienen su peso simbólico ni ofrecen profundidad. Ahí, el documental parece más un mosaico que un manifiesto. Lo que hemos identificado como “poses sin contenido” se percibe: algunos discursos se quedan en el aire, no tienen una base sólida de acción ni ejemplos.

En resumen: Interludio Voces Urbanas tiene valor como documento de época. Pero también como espejo —de una escena que no siempre se escucha a sí misma. Consideramos que esta crítica es justa porque no viene desde el rencor, sino desde la conciencia de que si queremos que algo cambie, hay que asumir los errores compartidos: de los protagonistas, del sistema… y los nuestros como creadores.

INTERLUDIO VOCES URBANAS 2018

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