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Sangre, Sombras & Asfalto

Por Valdo J.

En este universo no existen las redes sociales,
los celulares ni el internet tal y como los conocemos…

NACIMIENTO DEL FRENTE DE LIDERAZGO ANCESTRAL

La sangre selló el pacto. El olvido les dio el poder.

En la cocina de la hacienda cafetalera de los Arpones Rainieri en Cartago. Karla fregaba los trastos del almuerzo tarareando De Colores, la vieja canción infantil que su madre le enseñó cuando era niña. La luz del sol se difuminaba al entrar por la ventana, iluminando con suavidad el azulejo blanco y la cafetera que borboteaba en la gran cocina de leña. Su cabello oscuro estaba recogido en un moño desordenado, y el delantal desteñido no lograba opacar la belleza natural que irradiaba incluso en la sencillez de su atuendo. No escuchó las botas de cuero que se deslizaban por el pasillo de madera ni percibió la silueta que se detuvo en el umbral de la puerta.

La radio crepitaba sobre la repisa, sintonizada en RPLCEX. Tras el jingle característico —“Transmitiendo desde las cumbres de Costa Rica a todo el territorio nacional”, entonado por un coro solemne—, la estática se despejó y una voz grave, engolada y segura se apoderó del aire.

Un redoble de tambores precedió la noticia, seguido por un fragmento de música marcial, del tipo que solía acompañar los boletines de guerra en los cines antes de la película de la noche. No era un simple fondo musical: era una estrategia para grabar la importancia del mensaje en la mente de los oyentes.

Muy buenos días, compatriotas. Les habla Pedro Lucas III, presidente de RPLCEX, con una primicia que sin duda asombra y aturde al país entero.

La música subió un poco de volumen, creando un suspenso artificial. Luego, bajó justo cuando Pedro Lucas III hizo una pausa medida para generar expectación, antes de anunciar, con tono de escándalo bien calculado:

Las fuerzas armadas han desmantelado esta mañana una vasta plantación de marihuana en Tres Ríos, en su incansable labor por salvaguardar la moralidad y la seguridad de nuestra patria. Este golpe certero contra el crimen organizado refuerza nuestro compromiso de mantener a Costa Rica libre de estos vicios aberrantes, que solo buscan corromper a nuestras futuras generaciones.

En la radio, la música marcial continuó unos segundos antes de desvanecerse con una nota final dramática. Karla apenas prestó atención al dramatismo del locutor, seguía tarareando y lavando platos. Había escuchado noticias como esa antes; las frecuentes incursiones de las fuerzas armadas contra actividades ilícitas cerca de la finca Arpones Rainieri no eran nuevas por el lugar.

Gustavo Arpones, el dandy heredero de la propiedad y la fortuna familiar. La observaba fregar y tararear, apoyado contra el marco de la puerta, con un habano entre los dedos y una sonrisa lasciva en el rostro. El humo se elevaba perezoso, sus ojos recorrían cada detalle del cuerpo de Karla. Ella, ajena a la mirada depredadora, seguía cantando y secando platos, contenta con la simpleza de su rutina. Para Arpones, esa inocencia solo añadía morbo a su deseo.

—¿Estás lista para una nueva oportunidad, Karla? —preguntó Arpones, interrumpiendo la melodía. Su voz era suave, casi amable, como la de un benefactor sincero—. En la finca de Fraijanes necesitan a alguien de confianza. Pagarán mejor y tendrás menos carga. Te lo merecés.

Karla se giró, sorprendida pero ilusionada. Una oportunidad así no llegaba todos los días.

—Claro, don Gustavo. ¡Gracias! Que sorpresa, de verdad no sabe cuánto significa esto para mí.

Esa noche, recogía sus pocas pertenencias, compartió la noticia con su madre, una mujer de rostro curtido por el sol y las penurias del trabajo en la finca cafetalera.

—Madre, imagínese. Más dinero. Tal vez podamos ahorrar y ponernos un negocito. Algo pequeño, pero nuestro.

La madre la miró con escepticismo, secándose las manos en el delantal.

—Karla, no volés tan alto. Nuestra posición es otra. Las cosas no cambian tan fácil, mija.

Karla sonrió, con la ingenuidad vibrante de la juventud.

—Ay, madre, ¿por qué no? ¿Cómo no vamos a poder aspirar a algo mejor? Ya llevamos años fregando trastos y sacando sacos de café, y esa gente casi que a diario nos vuelve a preguntar como nos llamamos. Tiene que haber algo más.

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