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RAFA FALLAS: MEMORIA EN IMAGENES

por Valdo J.

MEMORIAS EN IMÁGINES DE UN PAÍS AUTENTICO.

Este texto se construye a partir de la memoria de Rafa Fallas y de la voz de su sobrino, Erick Valdelomar, quien compartió recuerdos, anécdotas y fragmentos de un archivo fotográfico invaluable. No se trata de una entrevista convencional, sino de un cruce de voces: por un lado, la reflexión crítica sobre un país que ha sido mezquino con su gente talentosa; por el otro, el testimonio íntimo de un sobrino que encontró, entre bolsas de negativos y cajetillas de cigarro, la vida entera de su tío capturada en imágenes. El resultado es un retrato doble: la historia de un fotógrafo alajuelense que nunca buscó reconocimiento y la de un archivo que hoy se abre como memoria colectiva.

Rafa Fallas

Un país ingrato con sus talentos

Costa Rica ha sido —y sigue siendo en muchos aspectos— un país ingrato con su gente verdaderamente talentosa. La historia cultural que se nos ha contado por décadas está marcada por grupos de poder que han impulsado a sus propios “gallos”, aunque no siempre fueran los más destacados. Lo que ha llegado a la categoría de “oficial” responde, muchas veces, a conveniencias y círculos cerrados más que al talento auténtico.

La voz del pueblo —sus creadores anónimos, sus fotógrafos, sus narradores cotidianos— quedó fuera del relato. Es una “historia oficial” donde pocos deciden, la mayoría observa, aunque sean justamente esos anónimos quienes han construido la memoria real del país. Tal es el caso de Rafa Fallas: fotógrafo alajuelense que nunca buscó fama ni aplausos, pero cuyo archivo nos recuerda que la cultura no se fabrica en escritorios, sino en las calles, viviendo la vida, retratandola.

Mujer con vestido blanco bailando en la calle, acompañada por un joven.
Bailarines Limonenses, años 70s. Foto: Rafa Fallas

La fotografía como testimonio, no como pasatiempo

En Costa Rica, la fotografía ha sido vista con desdén, como si fuera un pasatiempo simpático, un lujo ocioso, nunca un oficio serio. Esa mirada reduccionista es la que minimiza trabajos como el de Rafa Fallas y otros. Su archivo no puede verse como el típico álbum familiar que se desempolva en reuniones para cosechar suspiros y frases gastadas del tipo “qué tiempos aquellos que no volverán”.

Lo que hizo Rafa Fallas fue otra cosa: construyó un testimonio silencioso y profundo de la vida costarricense desde su ardiente Alajuela. Su ojo no se dedicó a retratar lo excepcional, sino lo verdadero: calles, rostros, fiestas, esquinas, cantinas, cafés y momentos que la historia oficial nunca se ocupó de registrar. La importancia de sus fotografías está en que nos devuelven un país real, con gente de carne y hueso, escenas cotidianas que hoy adquieren un valor incalculable. Allí donde los discursos fabricaban héroes y gestas, la cámara de Rafa Fallas resguardaba la autenticidad de la vida común.

Mujer joven recibiendo la comunión en una misa al aire libre.
Gilda Maria Fallas Castro y Sergio Fallas. Colegio Marista, Alajuela. Años 70s. Foto: Rafa Fallas.

Origen y vida personal

La historia de Rafa Fallas empieza como la de muchos costarricenses: en un hogar sencillo, con padres que valoraban la educación y con un barrio que moldeaba identidad. Pero, a diferencia de la mayoría, Rafa encontró en la curiosidad técnica y en la fotografía una ventana distinta para mirar y guardar el mundo.

Grupo de trabajadores posando en la entrada de una bodega.
Comisariato de Lacsa. 9 de febrero de 1989. Foto: Rafa Fallas

mapradiocr: ¿Quién era Rafa Fallas en la vida cotidiana?

Erick Valdelomar, sobrino:
Rafa Fallas nació en Sabanilla de Alajuela en 1948. Fue el quinto de los seis hijos de Sergio Fallas Ramírez, telegrafista del pueblo, y de Amalia Castro Soto, maestra de Sabanilla. Cuando Rafa rondaba los cinco años, la familia Fallas Castro se trasladó a Alajuela para que los hijos pudieran estudiar en la ciudad. A la vez, Sergio comenzó a ejercer como contabilista, oficio que estudió por correspondencia y en su tiempo libre, gracias a la Escuela Postal Juan Mora Fernández.

Los primeros años de Rafa en Alajuela transcurrieron en el barrio Corazón de Jesús, donde cursó la primaria en la Escuela Guatemala, frente a la plaza del barrio. Posteriormente, la familia se trasladó a El Llano, donde construyeron la casa familiar, a 50 metros del terreno que más tarde se convertiría en el estadio de la Liga Deportiva Alajuelense.

“Fallitas” o “Viñi”, como se le conocía en El Llano, cursó la secundaria en el colegio nocturno Miguel Obregón Lizano. Desde temprano en su juventud comenzó a interesarse por la tecnología en general y por la fotografía en particular. En aquella época, la fotografía era un oficio más que un pasatiempo, y requería conocimientos técnicos, acceso a cámaras, materiales y cuarto oscuro. A diferencia de hoy, cuando los celulares nos permiten registrar imágenes y video con gran facilidad, a mediados del siglo XX tomar una foto era un acto mucho más especial.

Por medio de revistas y literatura, Rafa aprendió de forma autodidacta la técnica de la fotografía en blanco y negro, en un aprendizaje constante que nunca abandonaría.

Dos jóvenes con gafas oscuras posando al aire libre, estilo ochentero.
Roy Solís. Foto: Rafa Fallas

mapradiocr: ¿Cómo nació su pasión por la fotografía? ¿Qué equipo usaba en esos años?

Erick Valdelomar, sobrino: En ese entonces, la fotografía era la forma de documentar los sucesos diarios, las ocasiones especiales y, en general, la propia visión del mundo. Aunque Rafa nunca pretendió ejercer el oficio de fotógrafo de manera formal, su interés poco a poco se fue convirtiendo en pasión.

A finales de los años sesenta, como muchos ticos, decidió probar suerte en los Estados Unidos, viajando inicialmente a vivir y trabajar en Nueva York. El acceso al mundo desarrollado le abrió las puertas a nuevos conocimientos y herramientas fotográficas. Siguió documentando sus experiencias con nuevas cámaras y diversos formatos: Nikon F, Mamiya, Hasselblad (formato medio) y películas Ektachrome. También probó con cámaras compactas de Leica y Olympus.

Regresó a Costa Rica a inicios de los setenta con nuevo equipo, conocimientos de cuarto oscuro y proyectores de filminas. Montó su propio laboratorio casero y experimentó con diferentes tipos de películas y papeles fotográficos.

Hombre solitario sentado en una banca frente al mar en Puntarenas.
Puntarenas, años 60s. Foto: Rafa Fallas.

Qué fotografiaba y cómo lo vivía

Sus imágenes revelan que no buscaba el espectáculo, sino la vida común. En un país que suele celebrar las poses oficiales, Rafa prefería documentar los rostros sin maquillaje, las esquinas vividas, la familia y las amistades. Su archivo demuestra que la memoria más valiosa no siempre se escribe con titulares, sino con escenas cotidianas.


mapradiocr:
¿Qué solía fotografiar más?

Erick Valdelomar, sobrino: Sus fotos muestran un interés por los paisajes, los momentos cotidianos, los paseos y los retratos de amigos y familia. En su entorno familiar, Rafa se convirtió en el fotógrafo que documentó el nacimiento de los nietos, las celebraciones, las bodas y los eventos más significativos de la familia.


mapradiocr:
¿Él mismo hablaba de querer dejar un registro o lo hacía por pura pasión?

Erick Valdelomar, sobrino: Lo suyo era pasión e interés personal, pero también una mirada estética y una forma de entender la vida y su ciudad. Nunca pretendió asumir la fotografía como un archivo histórico, sino como un medio para capturar y compartir con amigos y familia los momentos más significativos.

Hay que recordar que, en esos tiempos, la fotografía era algo especial: no solo por su costo, sino porque usualmente se imprimía una sola copia que se compartía de manera personal. Así, casi sin proponérselo, fue construyendo ese cuerpo de imágenes que más tarde aparecería entre sus artículos personales, hallados en los días posteriores a su fallecimiento.

Archivo Personal Rafa Fallas

mapradiocr: ¿Cuál considerás que es la foto más representativa de su legado?

Erick Valdelomar, sobrino:
Quizá lo más destacado sean sus autorretratos y algunas imágenes documentales y de paisaje, como la de dos limonenses bailando, la fotografía del antiguo puente de madera de Mata de Limón o la tomada en el Paseo de los Turistas, en Puntarenas. Todas evidencian su sentido de la composición y su dominio técnico.

Destaco la foto de autorretrato en su cuarto oscuro, con la ampliadora en el cuadro, al igual que otro autorretrato donde comunico su fallecimiento, donde sale con un cigarro en la boca (fue empedernido fumador hasta mediados de los años 90s).

Joven con uniforme escolar durante un desfile en Alajuela.
Suzanne Steinvorth. Alajuela, 11 de abril de 1973. Foto: Rafa Fallas

Reconocimiento y olvido

Como suele ocurrir en Costa Rica, su pasión fue vista como un simple pasatiempo. Ni en la familia ni en los círculos cercanos se le reconoció como fotógrafo en serio. Así, su obra terminó guardada en bolsas, mezclada con negativos, sobres y cajas que parecían destinadas al olvido. El descubrimiento del archivo, después de su muerte, es la ironía más cruel y, al mismo tiempo, la más justa.

mapradiocr: ¿Qué tan grande es el archivo que dejó?

Erick Valdelomar, sobrino: Cerca de mil imagenes, fotografías impresas, diapositivas y negativos.

Prints & Negativos Rafa Fallas

mapradiocr: ¿Cómo reaccionaba la familia o sus amigos ante su afición? ¿Lo reconocían como fotógrafo?

Erick Valdelomar, sobrino: aunque la familia consideraba a mi tío su ‘fotógrafo oficial’ nunca reconocieron su afición como algo especial o destacable. En general, su afición fue de alguna manera, algo conocido solo por su círculo más cercano de amigos y familia.


mapradiocr: ¿Qué pensaría don Rafa si supiera que hoy estamos hablando de sus fotos como archivo cultural?

Erick Valdelomar, sobrino: Rafa tuvo un amor especial por Alajuela y por su cultura popular. Seguramente se habría sorprendido al saber que su afición podría despertar el interés de los alajuelenses, ofreciendo además una ventana de recuerdos para las personas de su generación y para los jóvenes que hoy descubren, en sus imágenes, las formas de vida de sus padres y abuelos.

Estoy convencido de que le habría ilusionado ver cómo, a raíz de cualquiera de sus fotografías, surgían tertulias, recuerdos y chotas bajo la sombra de los palos de mango del Parque Central.

Niño con camiseta de rayas abre su chaqueta en gesto espontáneo, fotografía en blanco y negro.
Fotos Familiare. Archivo Rafa Fallas
Dos niños posan frente a una ventana enrejada, fotografía en blanco y negro.
Fotos Familiares. Archivo Rafa Fallas.

Muerte y herencia

El final de Rafa fue solitario, pero su archivo sobrevivió. Entre ropa vieja y cajetillas de cigarro apareció una herencia inesperada: cientos de fotos, cartas, postales y negativos que hoy, gracias al esfuerzo de Erick, empiezan a circular de nuevo. Esa memoria compartida ha devuelto a muchos alajuelenses imágenes de su infancia, de sus barrios y de sus propias familias.

Su historia nos recuerda la importancia de reconocer y valorar en vida a quienes crean, aunque no busquen reflectores ni figuren en los relatos oficiales. Porque lo que en vida fue silencio, hoy resuena como legado; y no debería hacer falta esperar a la ausencia para celebrar lo que realmente nos pertenece.


mapradiocr:
¿Qué pasó al momento de su muerte? ¿Cómo recibiste ese archivo?

Erick Valdelomar, sobrino: Con mi tío no hubo tiempo para despedidas, ni velas, ni entierro. Rafa murió de un infarto fulminante y fue enterrado como lo había dispuesto: de manera discreta y expeditiva, sin velatorio, misa ni gran funeral. Nunca tuvo conciencia de dejar un legado, y fue solo días después, al desalojar su apartamento de alquiler, cuando encontré sus fotografías y recuerdos.

Hoy, en tiempos de redes sociales, compartir esas imágenes se ha convertido en una forma de honrar su vida y mantener vivo su recuerdo.

Hombre sostiene en brazos a un bebé con suéter de lana, fotografía en blanco y negro.
Rafa Fallas & Sobrino

mapradiocr: ¿Qué sentiste vos al recibir negativos, fotos y objetos personales de tu tío? ¿Qué planes tenés con ese material?

Erick Valdelomar, sobrino: La muerte de mi tío fue un golpe inesperado. Ambos, tanto él como yo, creímos que su partida llegaría muchos años después. No tuve conciencia del tesoro fotográfico que guardaba, casi olvidado en su closet, entre ropa vieja, papeles y facturas.

Dejó una herencia inesperada, no solo para mí, sino también para los alajuelenses de su generación: una ventana abierta para revivir los recuerdos de una Alajuela que se veía a sí misma como una gran familia.

Considero sus imágenes de un alto valor documental y sentimental, tanto para nuestra familia como para sus amigos y contemporáneos. Muchas hijas y nietas pueden redescubrir a sus madres y abuelas con ojos renovados: en trajes de baño en Ojo de Agua o en El Country, en sus bailes, fiestas o en eventos cívicos y religiosos, viviendo la Alajuela de su juventud.

Recientemente, una muchacha me pidió una de las fotos que publiqué en Facebook: aparecía su madre adolescente en una procesión de Viernes Santo de los años sesenta. Su madre, doña Blanca Iris, no tenía ninguna imagen de esa etapa de su vida, y su hija quería regalársela como sorpresa para el Día de la Madre. Se la entregué de parte de Rafa Fallas; estoy seguro de que lo habría hecho muy feliz.

Joven mujer sostiene un tazón durante un evento público en Alajuela.
Blanca Iris Alfaro. Alajuela, Viernes Santo de 1973. Foto: Rafa Fallas

Legado

La historia de Rafa Fallas nos deja una lección incómoda, pero necesaria: no podemos seguir permitiendo que el reconocimiento llegue tarde, cuando ya no hay a quién dárselo. Su archivo sobrevive, sí, pero él no estuvo para contarlo, para ponerle nombre a cada rostro, para revivir con palabras esas escenas. Y ese vacío no se llena.

En Costa Rica, demasiados talentos terminan en silencio, sin el homenaje merecido, sin el abrazo de una comunidad que les reconozca lo que hicieron. El caso de Rafa Fallas debería servirnos como advertencia: hay que aprender a mirar y agradecer en vida, no cuando ya solo quedan las fotos, las anécdotas o las bolsas olvidadas en un closet.

Rescatar su obra es un acto de justicia, pero también un llamado a romper con esa mezquindad cultural. Porque la memoria auténtica del país no se encuentra en las vitrinas del poder, sino en quienes, como Rafa, dedicaron su vida a mirar con paciencia y guardar lo que somos de verdad.

Las fotografías de don Rafa Fallas, que de Dios goce, siguen vivas y en circulación gracias al esfuerzo de su sobrino Erick. Si desean seguir descubriendo esas imágenes, pueden hacerlo en el enlace que acompaña este artículo. Y si lo tienen a bien, compartan este legado: es una forma sencilla pero poderosa de mantener viva la memoria de un alajuelense auténtico.

https://www.facebook.com/share/g/1MYzgLTrWz/?mibextid=wwXIfr

Diapositivas Kodachrome sobre mesa de luz con retratos familiares y escenas cotidianas.
Escaneando el archivo de Rafa Fallas.

4 thoughts on “RAFA FALLAS: MEMORIA EN IMAGENES”

  1. Carlos Pacheco Murillo

    Buenísimos los archivos y comentaros. Deberían promover hacer una exposición fotográfica con comentarios en algún lugar como el Museo Cultural Juan Santamaría. Eso es historia pura de Alajuela y sus personajes

  2. Efectivamente Don Rafa Fallas apreciaba los momentos de conversación ,le gustaba el instante ,el momento, su perspectiva existencial era trascendente, de lo particular al infinito y veo eso en sus fotos.

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